La historia de Taller de Tampers (y también, qué es un tamper)

Tenía que ser algo útil, aún cuando el público consumidor pudiera llegar a ser reducido. Tenía que ser de primera calidad, un poco para derribar la idea de que algo sólo puede ser bueno si es importado. Y tenía que tener un nombre que se entienda, para reafirmar su identidad nacional. Magdalena Durán Cassiet y Agustín Falcucci -de 34 y 35 años, de San Fernando, mamá y papá de Florencio, de seis meses- tenían algunas premisas para su proyecto cafetero. Y Taller de Tampers, a más de dos años de su nacimiento, parece cumplirlas todas. Una apuesta que sorprende por su historia.

“Esto lo podemos hacer nosotros”.

Magui siempre fue muy fan del café. Agustín era consumidor, pero no uno demasiado refinado: con que le sirviera para mantenerse despierto durante las noches previas a cada parcial era suficiente. Pero durante algunos viajes -la mayoría de ellos a Nueva York y Europa, pero también a México, donde fue su luna de miel- conocieron el concepto de café de especialidad, que hoy ya tiene amplia difusión en la Argentina. Y ahí apareció la idea.

Agustín observaba a los baristas -con sus súper máquinas express, sus relucientes instrumentos de trabajo y con su tamper, esa pequeña herramienta que él no tenía y no sabía dónde comprar en la Argentina. “Debe haber gente como yo, que no es dueña de una cafetería pero que le gusta el café, y que quiere tener un buen tamper, no esa cuchara plástica que viene con las máquinas”, dice Agustín. “Debe haber otros locos como yo”, se repetía. Con ese pensamiento en la cabeza, tomó un tamper que había comprado en uno de aquellos viajes iniciáticos, lo desarmó y le dijo a Maggie: “Esto lo podemos hacer nosotros”.

Pero… ¿qué es un tamper?

“Nos llegan mensajes del tipo ‘qué lindo, ¿pero qué es?’ Y explicamos que un tamper es una herramienta que sirve para compactar el café en la canasta del portafiltro de una máquina express, donde va el café recién molido”, dice Agustín. El correcto tampeo asegura una extracción uniforme, aunque no asegura el café perfecto. Sucede que el café es una bebida que depende de toda una sucesión de hechos: la modalidad de cosecha, la calidad de los granos, el método de preparación, la molienda y la temperatura del agua. Una buena molienda de unos excelentes granos puede arruinarse si, por ejemplo, se utiliza agua hirviendo. De ahí la importancia cada vez mayor de la figura del barista y, ergo, de sus herramientas.

Personalizado (Imagen tomada con Motorola G9 Plus)

Durante aproximadamente un año se dedicaron a mirar e investigar, a pensar en los materiales y las medidas, porque no todas las máquinas de café son iguales. Lo primero fue imaginar el tamper que querían tener, y para ello necesitaba madera y acero. “Lo más difícil fue encontrar proveedores, y dentro de ese mundo, proveedores que nos dieran bola”.

“Comprar acero” fue la búsqueda obligada en Google. Y de ahí en más todo fue aprender sobre las distintas variedades y cuál de ellas era la mejor para estar en contacto con alimentos. Acero 304 AISI, por ejemplo, el que utilizan hoy. Y sobre las maderas que iban a resultar mejores, por belleza y durabilidad, como las de guayubira, anchico y petiribí. Y sobre el taller mecanizado de precisión, que iba a darles la forma que Agustín les había dibujado en un papel. “Todo esto tiene una forma para ser pedido, y al principio es todo bastante expulsivo, como cuando vas a la ferretería a pedir un cosito del que no sabés el nombre y te toca un ferretero mala onda… uno siente que molesta”. Agustín tenía ganas de aprender, pero también necesitaba alguien que le quisiera explicar.

Cuando hay ganas de emprender pero al mismo tiempo hay otro trabajo formal -Magui es licenciada en tecnología de los alimentos y Agustín es abogado especialista en propiedad intelectual- no queda otra que quitarle horas y minutos al sueño, al almuerzo y al tiempo libre. Taller de Tampers empezó a funcionar a principios de 2018, por Instagram y Tienda Nube, con el esperable temor a que no haya tantos locos como ellos que quisieran un tamper de $3200.-

Potenciarse en cuarentena

Y de repente se encontraron que formaban parte de un ambiente cafeteril muy hospitalario, con lugares que compiten entre sí, pero que a la vez se apoyan, porque saben que si a uno le va bien, le va bien al resto. Son competencia, sí, pero ante todo colegas. “Nuestros trabajos se frenaron un poco por la pandemia, y pudimos meterle más tiempo, energía y dinero a esto”, dicen. Y mientras las cafeterías tuvieron las persianas bajas, el público cafetero buscó opciones, y una de ellas fue intentar replicar ese café de especialidad perdido en manos de la cuarentena.

Magui y Agustín habían pensado que el nicho más interesado en su producto sería el de los aficionados, pero no. “Habíamos hecho un montón de tampers de 51 milímetros, que es la medida de las máquinas hogareñas”, dice Agustín, “pero no estaban saliendo. Y cuando arrancó la cuarentena esto explotó”. De vender tres por mes hace dos años, pasaron a vender un promedio de cuarenta.

El éxito no fue sólo con los entusiastas del café, también con los profesionales. “Hoy le vendemos a cafeterías de especialidad de todo el país, a proveedores de la industria del café, a importadores de máquinas de primera línea -como Rocket, Ascaso y Simonelli, por ejemplo- y a gigantes de la industria, como Cabrales”. Y cada cliente satisfecho los acerca a nuevos interesados. “Cada producto está hecho con mucho amor”, dicen. Y mientras hablan -Zoom mediante, con Florencio en los brazos de Magui, como un integrante más de la empresa familiar- resulta difícil no creerles.

¿Qué aprendieron con Taller de Tampers en este tiempo?

Agustín: Me sorprendí con la generosidad de muchas personas. Debería ser algo normal, pero me di cuenta que en este ambiente predominaba el compañerismo por sobre la competencia. Aprendí que para vender hay que ser honesto: no hace falta chamuyar a nadie. Si el producto es noble, no hace falta decir nada que no sea cierto. Y que siempre hay que dar la cara ante los clientes, para agradecer o cuando algo sale mal. La gente valora muchísimo eso.

También aprendieron sobre madera, acero y redes sociales, la materia prima indispensable de esta historia.