Un material nacido a mediados del siglo pasado, y basado en microesferas de vidrio, ayudó a resolver un problema moderno: cómo lograr que los demás nos vean en situaciones de poca luz, y sin apelar a una lámpara propia, sino al reflejo de otras fuentes lumínicas
No se sabe muy bien en qué se habrá inspirado Philip Palmquist cuando se puso a investigar cómo hacer para que los objetos se vean en la oscuridad, pero a los efectos de esta historia podría suponerse que el ocurrente Philip tenía un gato, y que le llamó la atención su mirada. Después de todo, no sería la primera tecnología creada por el hombre en imitar a una que estaba presente en la naturaleza, pero sí en tener usos tan diversos y democráticos. Ciertas partes de una zapatilla, la ropa de un trabajador de la construcción, la chapa patente de un vehículo, una campera de running o el cartel que en una ruta nos anticipa la posibilidad de un animal suelto tienen en común una misma tecnología, muy similar a la que los gatos tienen de manera natural en sus ojos: la retrorreflexión.
La tenemos tan incorporada que no la vemos. O mejor dicho, la vemos cuando recibe el impacto de la luz, pero no le prestamos atención. Los elementos reflectantes están por todos lados apenas salimos a la calle, y poco se sabe de ellos y cómo funcionan.
La primera patente de lo que hoy llamamos material reflectante tiene fecha del 18 de julio de 1944, y fue asignada a Palmquist, que trabajaba para la Minnesota Mining & Manufacturing Company, la empresa que hoy conocemos como 3M. En 1902, cuando fue creada, 3M pensaba dedicarse a la minería del corindón (óxido de aluminio), pero el negocio no resultó tan bueno como se esperaba. Lo que sí funcionó fue adherir el polvo de piedra a un papel, para así crear el papel de lija y toda una línea de abrasivos. Más tarde inventarían la cinta de enmascarar, el antecedente que posibilitaría crear la cinta de celofán (o el genérico, Scotch), la cinta aisladora y los Post-It. La compañía diversificó tanto sus investigaciones que hoy tiene unidades de negocio dedicadas a la seguridad e industria, la salud y el cuidado personal, la industria automotriz y el consumo, entre otras. 3M tiene casi 120 mil patentes para más de 55 mil productos. Sí, ese material aislante que se utiliza para insonorizar los autos también es de 3M. Y, por supuesto, los tapabocas N95.
La seguridad primero
Hoy el concepto de visibilidad en la ropa no resulta muy novedoso, pero en la década de 1960 sí lo era. En ese tiempo surgió la necesidad de que los trabajadores ferroviarios de Escocia pudieran ser vistos con mayor la anticipación posible. Vestirlos de naranja sirvió para reducir la tasa de accidentes, por lo que sólo era cuestión de tiempo para que también necesitaran hacerse visibles en condiciones de poca luz. Ese mismo concepto es el que hoy está presente en los uniformes de los bomberos, de los recolectores de residuos, de los obreros de la construcción y hasta en el chaleco reglamentario que hay que llevar en la guantera del auto (o en la moto si viajamos como acompañantes).
El aumento en el flujo del tráfico también generó un aumento en los accidentes, algo que no pasaba cuando los vehículos eran tirados por caballos porque, claro, los caballos son inteligentes y no chocan. Y así pudo comprobarse que una curva bien señalizada reducía la siniestralidad vial. De día bastaba con un cartel pintado, pero la señal debía ser visible también en la noche, o con lluvia, o con niebla o con nieve. La retrorreflexión hace más seguros los caminos porque permite ver en condiciones en las que normalmente no se podría. Utiliza las luces del vehículo para hacer visibles señales de tránsito, sendas peatonales, delimitaciones de caminos y carriles, carteles indicadores, otros vehículos y peatones.
La ciencia aplicada a la vida
Los primeros materiales reflectantes para señalización surgieron de la utilización de microesferas de vidrio -del tamaño similar al de la sal fina- situadas sobre una base aluminizada, que devuelven a su origen parte de la luz que reciben. Las esferas iluminadas por las luces de un auto, por ejemplo, reflejan parte de esa luz en la misma dirección de la que proviene. El efecto producido es que las mismas señales sean las que brillan o emiten luz. Pero como las luces de un auto se mueven con el recorrido y las señales están fijas en un lugar, era necesario que la reflectividad se produzca en más de una dirección.
Las microesferas tenían limitaciones, y como era de esperarse, la tecnología evolucionó. Primero hacia los reflectores tipo prisma, que devuelven la luz hacia la fuente pero en múltiples ángulos; y más tarde hacia los llamados grado diamante, que devuelven un 50% más de luz que los básicos de esfera y un y un 26% más que los de prisma. Esa necesidad de aumentar la performance de los elementos reflectantes apunta, además de a mejorar la visibilidad de manera objetiva, a hacerlo también de forma subjetiva: a medida que crecemos nuestros ojos necesitan más cantidad de luz para ver. A los 45 una persona necesita 4 veces más de luz que una persona de 18 años. La retrorreflexión es inclusiva, porque posibilita que personas de más edad tengan buena visibilidad.
En la década del ‘70, cuando el running se popularizó como deporte para las masas, se introdujeron partes reflectantes en el talón de algunas zapatillas, como las Saucony Jazz; o en la N de algunas New Balance; o incluso se diseñaron zapatillas completamente plateadas para conseguir el mismo efecto, con resultados dispares. Hoy el reflex tiene aplicaciones estéticas en zapatillas, cordones, camperas, cascos y casi cualquier otro elemento al que se quiera destacar. Y es el responsable, hay que decirlo, de que una patente se vea clara y definida en una fotomulta (aunque no de la multa, porque eso corre por cuenta del conductor). Ya se dijo varias veces: la tecnología no es buena o mala, sino el uso que se haga de ella.
Publicada en La Nación, agosto de 2022.-