Hasta 1933 el tenis fue un deporte incómodo. Las canchas eran de arcilla, las raquetas estaban hechas de madera y catgut (el encordado se hacía de unas fibras naturales presentes en los intestinos de algunos animales) y la ropa poco tenía que ver con lo que hoy se acostumbra a ver en un court. Los jugadores solían vestir siempre de blanco, con zapatos, pantalones largos y camisa manga larga. Una boina podía ayudar en los días soleados, pero no mucho más. “Sobre todo, la elegancia requiere prendas adecuadas para cada ocasión o circunstancia” dijo René Lacoste, que ya en ese año era ex tenista y empezaba a incursionar en otras áreas. Sería él quien termine con la elegancia anacrónica del tenis, cortando las mangas de su camisa, que ya no le parecían adecuadas para jugar. Y así empezó una pequeña revolución.
Porque así como mucha gente cree que Stan Smith es sólo el nombre de un modelo de zapatillas, muchos otros piensan que Lacoste sólo es el nombre de la chomba más famosa.
“Mis tarjetas personales deberían decir ‘inventor’, porque es lo único que hice durante toda mi vida”, acostumbraba decir René. Su carrera como tenista había empezado en 1922, cuando con sólo 18 años participó del campeonato mundial sobre arcilla. Nada sensacional para un deportista de elite como son los tenistas de hoy, pero sí para un jovencito que se valía más de su esfuerzo que de su talento. René pasaba horas practicando, tanto que le costaba conseguir algún compañero que le pudiera seguir el ritmo. La solución la encontró en una máquina lanzapelotas que él mismo inventó. Ya no necesitaba a otro tenista para poder entrenar.
Tanta dedicación tuvo buenos resultados: en 1924 llegó a la final de Wimbledon y dos años después llegaría a ser el jugador número 1 del ranking, puesto que reafirmaría ganando el US Championships, el predecesor del US Open. Junto a Jean Borotra, Jacques Brugnon y Henri Cochet conformó el célebre equipo Los Cuatro Mosqueteros, con el que en 1927 Francia gana su primera Copa Davis. Tan célebres fueron los mosqueteros que un año más tarde la Federación francesa de tenis emprendió la construcción del estadio de Roland Garros, para darle un hogar al equipo campeón. Juntos ganaron seis Copa Davis, 20 torneos de Grand Slam en singles y 23 en dobles. Una leyenda en tiempo presente.
Lo único que detuvo a René fue su salud: en 1929 tuvo que retirarse por una bronquitis crónica que le provocaba problemas respiratorios, ensayó un breve regreso para el Roland Garros de 1932, pero luego de perder la final se retiró de manera definitiva. Aún así continuó como el capitán del equipo hasta el año siguiente y como presidente de la Federación francesa de tenis hasta 1942. Pero, se sabe, la mente del ahora ex jugador estaba puesta en otro lado.
En 1933, después de cortarle las mangas a su camisa, fundó la compañía de indumentaria Lacoste cuyo logo es, como lo era su apodo, un cocodrilo. Hay varias versiones sobre el origen de ese sobrenombre, y quizás la más confiable sea la que narra el obituario de Bernard Lacoste, hijo de René y heredero del imperio, en el New York Times, cuando falleció en 2006. Mientras que algunas historias hablan de una apuesta entre René y su entrenador (cuyo premio fue una valija hecha de piel de cocodrilo) la versión más creíble es la más simple: le decían cocodrilo por su tenacidad en la cancha.
La famosa polo Lacoste L.12.12 -llamada así porque le tomó 12 prototipos a la compañía para llegar a su versión definitiva- se convirtió en el estándar de todas las remeras de tenis. Su cuello era similar al de una camisa, sus dos botones le otorgaban cierta elegancia y el piqué blanco de algodón funcionaba como una temprana versión de lo que hoy son las telas transpirables. Su máxima de que la elegancia requería de prendas adecuadas para cada ocasión o circunstancia seguía cumpliéndose. La polo, además, fue la primera prenda en poner un logotipo a la vista: hasta ese momento no había marcas que se identificaran de esa manera. El cocodrilo, un diseño de Robert George, sería un símbolo en sí mismo, imposible de separar de la marca.
Pero René, que ante todo era un inventor, introduciría un cambio fundamental, todavía más importante para el deporte que la chomba y la máquina lanzapelotas. En 1961 patentó y en 1963 presentó la raqueta hecha de tubos de acero, toda una innovación para la época. Las raquetas no habían cambiado demasiado desde el nacimiento del tenis, que seguían siendo de madera maciza. Lacoste diseñó una que resultaría más liviana y le imprimiría un mejor golpe a la pelota. Fue comercializada bajo su marca en Europa, pero en los Estados Unidos fue vendida con la marca Wilson. Tenistas como Billie Jean King y Jimmy Connors hicieron célebre a la Wilson T-2000.
Con el tiempo Lacoste dejó de ser el apellido de René para convertirse en una marca global. Que las chombas dejaran de ser sólo blancas para venderse en más de 40 colores, que la empresa empezara a ofrecer toda una línea de indumentaria -y de accesorios y de perfumes y de relojes y de calzado- fue el camino lógico que recorrió cualquier marca deportiva durante las décadas del ‘70 y ‘80. Lacoste lo hizo vistiendo a figuras como Mats Wilander, Guy Forget, Gustavo Kuerten y, ahora, a Novak Djokovic. Y una vez que la moda deportiva se convirtió en el estándar para caminar las ciudades y para la vida diaria, el marketing hizo el resto. Eso sí: siempre con elegancia.
Publicada en La Nación.