Las cartas Cromy, el regreso informal de un clásico de los ‘80

La industria de lo retro no descansa. Del mismo modo que las remakes de películas o las remasterizaciones de discos, diferentes objetos vuelven a cobrar vida gracias al negocio de la nostalgia. Indumentaria que revisa décadas pasadas, diseños con estética vintage que esconden tecnología actual y nuevas versiones de cosas que parecían destinadas a desaparecer satisfacen el deseo propio y el negocio ajeno. Es una tendencia que puede observarse en un jean nevado o un par de zapatillas ochentosas, en los electrodomésticos y muebles que parecen salidos de un episodio de Mad Men y, ahora, en esos pequeños objetos y marcas que quedaron asociados con la infancia y apenas guardados en un recuerdo medio borroso. El regreso de Cromy, la clásica marca de naipes, álbumes de figuritas y memorabilia pop, constituye un buen ejemplo de que los fans siempre son más fuertes que cualquier estrategia empresarial.

Hace aproximadamente dos años un grupo de amigos comenzó a restaurar los clásicos naipes de Cromy, pero lo que empezó como un hobbie se convirtió en un negocio. En marzo de 2018 y bajo el nombre Cromy Colecciones, apareció en Facebook una página que comercializaba 8 mazos con la denominación “Golden Pack”. Por algo así como $900 pesos se podían comprar réplicas casi exactas de los originales. “Empezó como un hobbie de un grupo de amigos cuarentones, nostálgicos y fanáticos de los 80s”, explica Juan, que quizás se llame así o quizás no: ninguna de las personas que comercializa el pack aceptó reunirse para una entrevista o una charla informal. Las únicas respuestas llegan por mail, son bastante genéricas y hacen hincapié en que se imprimió una pequeña cantidad sin fines comerciales, sólo para fanáticos.

Para Jorge Fernández -ex empleado de Cromy y propietario de la única sucursal sobreviviente del Cromy Club, en el barrio de Belgrano- este bajo perfil resulta lógico: quienes comercializan estos productos de Cromy no son propietarios de la marca Cromy.

La historia de un gran negocio olvidado

Cromy nació como un segundo negocio de la familia Stanilavsky, fundadora de Stani, la empresa de golosinas luego adquirida por Cadbury. Creada en 1983 como una marca de álbumes de figuritas, luego se le sumaron juegos de naipes, stickers, muñecos, pósters, raspaditas y una cantidad de diferentes accesorios que adornaron las carpetas y cuadernos escolares de toda una generación. Desde sus inicios y hasta 2005, Cromy obtuvo las licencias para producir productos de DC (Súper Amigos), Marvel (Super Héroes y Hombre Araña), Lucas Film (El Regreso del Jedi), Hasbro (Transformes, Mi Pequeño Pony, GI Joe), Mattel (Barbie, She-Ra) y otros personajes populares como Mazinger Z, El Auto Fantástico, Lobo del Aire, Frutillitas, Ositos Cariñosos, Brigada A, Alf y más. Todo éxito de TV tenía su correspondiente álbum y mazo de cartas, y todos eran producidos por Cromy.

Cromy llegó a tener 240 trabajadores en su planta. Su negocio abarcaba todo el proceso, desde el dibujo y el diseño de los personajes hasta la impresión, empaquetamiento y distribución. Fue, además, la primera fábrica del país en adhesivar las figuritas, que hasta ese momento se pegaban con plasticola o voligoma. El Cromy Club fue su programa de fidelización, que en cada sucursal contaba con más de 20 empleados que atendían a los socios y entregaban los premios por cada álbum lleno. Cromy, a contramano de lo que dictan las reglas de los negocios actuales, siempre dio más de lo que podía: regalaba cada nuevo álbum vacío a sus socios (se dice que llegaron a ser 80 mil) y facilitaba el proceso de llenado. Jorge Fernández desmiente eso de que hubiera figuritas “difíciles”: al ser impresas en planchas y luego cortadas, se producían cantidades iguales de cada una de ellas.

¿El final?

Durante la década del 90 la empresa se reacomodó y se trasladó a La Rioja, pero las políticas aplicadas durante el menemismo para con la industria nacional no evitaron su final. La empresa se presentó en convocatoria, despidió personal y luego quebró. Según los registros del INPI, la marca Cromy venció en 2005 sin que fuera renovada por su titular y sin que se pudiera tener contacto con sus respectivos representantes legales. Sin embargo, dos meses después del vencimiento, un tal Ernesto Walter Bortolin obtuvo el registro de la marca, que permanece en su poder hasta hoy, sin que haya vuelto a ser explotada o puesta en valor de alguna forma. Los únicos lanzamientos más o menos significativos fueron realizados en conjunto con Sticker Design, una empresa que llegó a un acuerdo con el dueño de la marca, pero que no profundizó en el negocio de la nostalgia. Hoy en día Google no devuelve respuestas con el nombre de Bortolin, y si bien quienes lo trataron y estuvieron relacionados con Cromy lo conocen, saben que está dedicado a otro tipo de negocios no tan relacionados con el mundo infantil.

“Como la empresa no existe hace más de 20 años, nadie se contactó”, dice Juan desde el mail y desde una zona gris que de alguna manera justifica su distancia. Jorge, el del local Cromy Club, en cambio, prefiere el encuentro cara a cara, e incluso aprovecha la ocasión para tener los “nuevos” naipes en sus manos por primera vez. Lamenta que la marca (o lo que queda de ella) no se haya involucrado para que el producto sea aún mejor, y que sean sólo mazos “para varones” y que no incluyan ninguno de la línea para nenas. César Carballo -la última conexión pendiente, propietario de la web retrocromy.com.ar, el mayor archivo online de la marca- tampoco fue contactado. Mientras tanto los packs agotaron su segunda tirada, y son muchos los fans que esperan la salida del Golden Pack II, con autos, motos, helicópteros y otros vehículos. Porque la nostalgia de poder vencer a Superman con la carta de Brainiac nunca se fue, y está más viva que nunca.

Publicada en La Nación.