Hablar con Ciro Pertusi requiere de cierta paciencia. Con sus tiempos divididos entre su vida en Bahía Blanca y sus actividades centralizadas en Buenos Aires, conseguir que este eterno adolescente de 46 años disponga de una hora de tiempo para charlar puede ser difícil. “Quiero estar más para ella” dirá después en un estudio de televisión de San Isidro, donde recibe a PLAYBOY, en la previa de la participación de su banda en un programa. Ella es Catalina, su hija, que en plenas vacaciones de invierno aprovecha para formar parte de los camarines familiares de Jauría, la banda que lo devolvió a la música luego de su renuncia a Attaque 77 y de su autoexilio en México, donde intentó alejarse de todo y de todos, incluida la profesión que le había dado fama y reconocimiento durante más de 20 años. “El equilibrio es la más difícil de las luchas para mí”, admite, en la primera de sus siempre sinceras respuestas, que pocas veces son directas, pero que jamás esquivan la cuestión. Ciro puede distraerse en una anécdota personal, pero nunca deja de responder, ni siquiera cuando alguien le pide que le explique una de sus letras en el subte: “Me falta llegar a cierta profundidad o poder de síntesis con las letras, pero sé que voy a poder “.
1. A cuatro años de su formación, ¿Jauría es lo que te imaginaste que iba a ser, es lo que querías que sea?
No imaginaba cómo iba a ser. Hubo un cambio de formación en el medio, y ambas etapas fueron increíbles, para bien. El primer disco fue muy bueno para marcar la impronta de la banda de cara al público; y el segundo es también un disco muy festejado, muchos me dicen que se sienten más cómodos con “Libre o Muerto”, con el sonido y la formación actual. A pesar de que nos falta mucho y hay muchas cosas que no entendemos, no esperaba estar tan rápido en una meseta de cierta comodidad.
2. Pero aunque sea en buenos términos, ¿no desata algún tipo de conflicto la salida de un integrante?
No en este caso, porque se respira muy buena energía. La salida de Pichu Serniotti y el ingreso de Sebastián Ambesi fueron sin conflicto, así que bueno, volviendo a la primera pregunta, creo que si me hubiera tratado de imaginar cómo sería todo, no hubiera podido porque siempre hay imponderables.
3. ¿Son, a pesar de la historia y la edad de sus integrantes, una banda nueva?
Sí, es una banda nueva, pero la situación es distinta, porque hay una historia presente. Obviamente centralizamos mucho entre Ray y yo, pero la historia de los hermanos Ambesi en el under (que pasaron tantos años por tantas bandas) deja su marca en todo el público “de culto”, porque para ellos el apellido Ambesi es importante. Además son los hijos de María Graña, el último eslabón entre la vieja camada de tangueros y los nuevos, así que tienen una formación musical impresionante.
4. No sólo dejaste Attaque 77, sino que también dejaste la música y te autoexiliaste en México. ¿Te costó arrancar de cero y empezar con todo de nuevo a los 40?
En el momento en que me fui de Attaque estaba peleado con mi persona músico, y por eso no vislumbraba como un futuro posible volver a la música, para nada. ¿Increíble lo que te digo, no? Me resulta increíble a mí, pero era así. Estaba intoxicado de mí mismo, enojado por no haber tomado ciertas determinaciones a tiempo, un poco como le suele suceder a las personas en relación a las parejas, eso de decir “no quiero saber nada con nadie, quiero estar con mis amigos pero nada de mujeres”, ese estilo.
5. ¿La disconformidad era con la música que vos producías?
(piensa) Era tanto el disgusto que tenía por haber malogrado la situación óptima en que estaba, que ya lo trasladaba a desmerecer todo lo que había hecho. Tambaleaban las canciones que había compuesto, consideraba que no eran para tanto… Creía que sólo eran un puñado de canciones y que había cosas más importantes. Y claro que hay cosas más importantes, ¿pero al punto de no creer en lo que yo podía hacer? Dejate de joder.
6. Bueno, probablemente pensaste eso porque en tu vida venían pasando cosas más importantes: el fallecimiento de tu mamá, una hija en camino…
¡Claro! Pero al final de cuenta que no es que sacrifiqué parte de mi vida en vano, por tener un hijo en piloto automático. Esa personita que vos ves ahí es la responsable, ella tiene en sus genes toda la pasión que tuve por Attaque y ahora por Jauría, aunque todavía no se entera de Attaque, y ya vendrá el tiempo de darle ciertas explicaciones. “Donde las águilas se atreven” era la canción preferida de mi vieja, y una vez pasó que juntó fuerzas en medio de sus problemas de salud y logró ir a verme, y yo no toqué esa canción. ¡No me lo perdonó más! Entonces cada vez que ella iba, había que tocarla, y mis compañeros de banda lo entendían porque la amaban. Mi vieja era la que nos abría las puertas de casa, y también la que nos echaba a patadas.
7. Hablamos de etapas musicales y de tu hija, ¿cómo le explicarías hoy canciones como “Páginas pegadas”, “Cinco” o “Jumper”?
(risas) La verdad que no sé. Por ahora me pide que le cante ciertas canciones, como “La gente que habla sola”, que justamente son a las que más cariño tengo. Sé que no son las que el grueso del público considera mejores, ellos están arraigados a lo más viejo, lo de base. Espero que ella tenga la edad suficiente como para entender las pulsiones hormonales, o que sin que le explique nada me diga “ya entiendo, papá”, pero obviamente algo voy a tener que explicarle de esas cosas que hoy veo de otra manera, pero de las que no estoy ajeno. No soy un negador, y ella es un gran motivo para dar explicaciones. Todo el día estoy explicándole todo, porque me pregunta por todo, todo… Es un mundo muy contradictorio, en el que le estamos tratando de enseñar buenos valores y cuando ella sale al mundo se encuentra con que la mecánica es otra. ¿Cómo conciliás eso? Hoy en día es el gran conflicto que tengo, estar preparando hijos con un semblante y una idea de buenas personas, y prendés la tele o salís a la calle y ves un canibalismo terrible. Entonces, ¿no sería mejor prepararlos con una armadura?
8. ¿En qué te cambió ser padre?
Me hizo parar la pelota, obligarme a ver dónde estaba parado e intentar comprender más, para saber dar explicaciones. Antes de que nazca pensaba “uh, qué quilombo” y me agarraba la cabeza, pero después nació, creció y ahora es como una cachorrita que me fue enseñando a ser padre en el camino. Pero obviamente me moviliza cosas de cara al mundo que se le presenta, al mundo que intento y a cómo lo ve. Y otra cosa que me cambió es que antes no me asustaba tanto la idea del riesgo y del peligro, y un tipo como yo que viaja mucho y todo eso, te expone más. Ahora quiero estar más para ella.
9. Siempre fuiste medio nómade: viviste en Buenos Aires, ahora en Bahía Blanca, pasaste por Córdoba y después por México. ¿Cómo es no asentarse definitivamente en ningún lugar?
Me rompe las bolas, pero al igual que lo hacen otras cosas. Los viajes, los movimientos, las pruebas de sonido… Todo me rompe las bolas, pero después me pasa que cuando estoy tocando es un momento único. Te digo con una mano en el corazón: el hecho de que yo esté hablando con vos, o como hago con alguno que me pregunta algo en el subte sobre una canción y lo ayudo a que le quede más clara, son cosas buenísimas que antes me jodían.
10. Escribiste mucho sobre Buenos Aires, ¿cómo es el contraste cada vez que llegás? ¿Qué te genera?
Conozco mucho esta ciudad, su nivel de violencia y de agresividad, y también sus tiempos; entonces no me genera conflicto ni estrés cuando estoy yo solo, pero sí cuando estoy con mi hija. Igual creo que es un mambo mío, porque cada vez que le pregunto cómo está, dice que está contenta y se caga de risa. Se adapta distinto, está bueno.
11. Lo acabás de decir, pero se nota que te preocupa que tus letras queden claras, y por eso siempre te ocupás de explicarlas. ¿Por qué? Parece casi una cuestión paternal con tu público…
Puede ser, puede ser que sea algo de eso. No me preocupa que haya una libre interpretación, pero sí me preocupa que se interprete cualquier otra cosa totalmente opuesta, y que alguno salte a defender tal o cual postura sin realmente saber. “Esta habla de la droga, porque son todos drogadictos”, dicen, y a veces nada que ver. Hay veces que me encarno en otra persona o me meto en una situación para hablar de otro universo. Con “Crecer” me hablaban de mi complejo de Peter Pan y cosas así, pero también es una canción en la que yo cuestiono esa pretendida madurez, ¿pero madurez a costa de qué? ¿De perder lo lúdico, sensibilidad, la capacidad de jugar? Ahí encarné un personaje que soy yo, pero que también sos vos y él y él.
12. ¿Cómo te llevás con tus poco aparentes 46 años?
Bien, me llevo bastante bien. A veces me pasa que lamentablemente, al verme más joven de lo que soy, me toman a la ligera; y eso quiere decir que a los jóvenes los toman a la ligera, lo que habla de toda una situación, ¿no? Cada instancia de la vida es sabia, y eso que me dicen habla claro de como somos, que recién nos tomamos en serio cuando tenemos canas y llegamos con un aplomo más cercano a la vejez. Salvo cuando me tiran un “señor” por ahí, muchas veces todavía es un “correte pibe” o “vos no tenés ninguna autoridad para hablar de eso”. Hoy, que tengo una hija, sigo pensando que eso de “ya lo vas a entender cuando seas padre” está mal, la paternidad no te pone en un escalón más arriba. Yo siento que cambié, pero también siento que soy un hijo.
13. ¿Te sentís valorado y respetado como músico y compositor?
Sí, me parece que en ese aspecto la situación es muy justa. A mí todavía me falta llegar a cierta profundidad, sensibilidad o poder de síntesis con las letras, y un montón de otras cosas, pero sé que voy a llegar de ellas. Me parece que estoy bien considerado, no por esos que escuchan dos o tres canciones a la ligera, pero sí por los que prestan atención a la obra. Creo que entre la cantidad y la calidad de lo que hice hay un buen concepto. Incluso siento que estamos a la par en cuanto a cómo me consideran y cómo me considero, y eso que yo sé que mucha gente está más conforme de mí que yo conmigo mismo.
14. Siempre citás a tu hermano Federico como una gran influencia musical y alguien muy importante en tu vida. ¿Por qué nunca tuvieron un proyecto musical juntos?
A Fede lo conozco tanto… Nunca lo voy a meter en la situación de tener que decirme que no. Yo sé que hay cosas que las haría por mí, pero no por él, porque no se lleva bien con el hecho de estar expuesto, y entiendo que la demanda del otro no es su fuerte. A él le gusta que las cosas sean improvisadas y guiadas por la emoción, y siempre en sus proyectos se manejó así, por impulso. Quizás sea que él imagina las cosas de una manera, después terminan siendo de otra, y al final las abandona. Yo sé que hay que ser metódico y todo eso, pero en el camino empecé a apreciar la sorpresa, que las cosas no salgan como estaban planeadas. Él a mí no me defrauda nunca, es la relación de vida que más me ha durado, la más firme y guiada por el instinto.
15. ¿Cómo es crecer a la vista de todos? ¿Te incomodó? ¿Lo padeciste?
Qué se yo… Quedar pegado con algunas cosas que dije o hice es complicado, pero para mí meterme tierra adentro siempre fue un buen aliado, irme a los lugares donde me fui, guardarme, escaparme, estar con poca gente y con gente a la que no le afecte mi fama. Ir a lugares donde uno no es conocido y ganarse los afectos desde cero, es buenísimo.
16. Tres temas son recurrentes en tus canciones: los perros (que se explica en tu amor por esos animales), volar y la vida obrera. ¿Empezamos con el último? Esos cinco años de trabajador previos a la explosión de Attaque te marcaron hasta hoy, y lo cierto es que tuviste más tiempo como músico que como obrero.
Sí, pero ahora me siento como un obrero en la música. Supongo que tiene que ver con mi crianza, no porque me hayan criado así, sino porque esa fábrica me hizo a mí. Me quedé sin padre a los 11, por lo que la figura paterna la empecé a buscar solo, y de pronto a los 14 apareció esta fábrica, que me curtió y me hizo fuerte. Y no fue un año, como en la colimba: fueron cinco, y el clima era duro, crudo, y yo era el único porteño. Ahí me hice. Y las letras salen de lo que viví, pero también de lo que leí. A los 19 me metí en un conflicto gremial y me terminaron echando, y la verdad es que eso me dejó mal, porque me quedé sin contención. Y encima yo era el sostén de mi casa. Y en las idas y vueltas del sindicato, veía imágenes, y me quedó la de Agustín Tosco y el cordobazo, y después más de grande me empecé a interesar.
17. En cuanto a volar, ¿hablamos de volar literalmente, como un pájaro?
Desde chiquito tengo sueños recurrentes de volar, del vuelo por arriba de los barrios, que me dan a entender que hay otra cosa más allá, otra dimensión paralela en la que volamos. Sé que tiene que ver con ciertas cuestiones de estrés o apriete emocional, de líbido contenida… Me analicé, pero ¿qué drama podía llegar a tener ver todo desde arriba de un modo tan claro, por qué esa sensación que nacía en mi pecho de la sensación de vuelo, tan clara, tan fuerte? Todos mis sueños son fuertes.
18. ¿Qué te genera la permanente asociación con tu ex banda? Desde afuera parece haber cierta asimetría, que para vos no es tan molesto como para ellos.
Entiendo que a veces se habla del “ex” para hacer una referencia más fácil de identificar, y a veces es con buena intención, y otras no. Pero incluso yo mismo a veces la uso para presentarme en algunos lugares y que me identifiquen más rápido. Está bien, fue una gran historia de la que fui parte y estoy orgullosísimo de eso. Entiendo que para los chicos sea más difícil tener que andar respondiendo por mí que no estoy, es lógico. El que tomó la decisión fui yo, y está bien que digan “preguntale a él”, y nadie debería tomar mal esa respuesta. Pero está todo bien, me gusta que me linkeen con algo tan grande y siempre voy a querer que Attaque esté bien.
19. Tus letras suelen ser bastante directas, pero hay dos que entre los fans siempre causaron incertidumbre. ¿Aprovechamos esta oportunidad para explicar “Tres pájaros negros” y “Numancia”?
“Numancia”, como suele pasar en muchas canciones mías, mezcla varias cosas, situaciones y personajes, terminan todos en una misma bolsa y hace que no se entienda nada. Hay un personaje con el cual jugábamos al Metegol (en la calle Numancia y Avellaneda, en Caballito) que cada vez que nos ganaba, nos gozaba usando el looser o winner; y a mí me daba mucha bronca. Y todos sus amigos eran “alguien”, nunca un carpintero o un pastelero, y siempre chapeaba con eso. La letra de la canción está llena de frases que hacen referencia a él y todo lo que yo digo son frases hiladas sin mucha noción más que esa. “Tres pájaros negros” la hice en uno de mis viajes a Córdoba, cuando todos los chicos de la banda decidieron ir juntos a comer y yo me quedé solo, en una especie de sótano. Tenía la guitarra y salió sola, letra y música, y habla de un lugar alejado de todos, y tres pájaros que volaban por ahí, que podrían ser más o menos, pero fueron tres. Era una época en la que yo estaba por pisar los 30, una época llena de dudas y conflictos, de querer estar en todos lados al mismo tiempo, y la canción es un poco sobre aceptarme a ser así, con mis inseguridades y mis miedos a repetir errores familiares. Una maraña de cosas con las que no sería quien soy ni podría estar aquí.
20. Hablamos de historias familiares complicadas. ¿Cómo hacés vos, ahora, para construir la propia?
Hay que perseverar. Me siento en el buen camino. Tengo que cuidarme y después continuar con lo que estoy haciendo, afianzar la credibilidad en mí mismo y ser muy observador de todo lo que pasa a mi alrededor, como para no perderme las señales. Y cuidar a todos los que están conmigo. El equilibrio es la más difícil de las luchas para mí. Tuve una madre que por cuidar mucho a los demás se descuidó mucho a ella, y me dejó una enseñanza muy linda de sacrificio y de entrega, pero también me dio mucha pena. No me parece bien que haya alguien que tenga que estar estrictamente cuidándolo a uno. Buscar el amor propio por fuera me parece un grave error, no podemos depositar eso en otro. La vida ya es bastante difícil como para pretender que otro te tenga a cargo. Hay que hacerse uno, y eso es lo que me dejó mi vieja en su entrega.
Publicada en Revista Playboy, octubre de 2014.