Escribo esto con la idea de resumir qué, cómo, cuándo, dónde y porqué. Hoy es habitual que la estrategia para vender zapatillas sea contar historias. Esa es -de una forma simplificada- la estrategia que hoy eligen las marcas deportivas para llegar a los consumidores. Todo parece tener un relato documentado, un origen anclado en algún punto del tiempo, un desarrollo y un final. Y esa zapatilla -un bien de consumo, pero también un objeto con múltiples cargas semánticas- termina siendo la protagonista de un recorrido feliz: el anuncio de la marca, el deseo, la compra, la exhibición en redes sociales; todos hechos felices para aquellos que se pueden comprar un par de zapatillas.
Pero no todas las historias son felices.
Escribo esto pocas horas antes de que arranque un viaje para llevar casi dos mil pares de zapatillas para un montón de pibes de pueblos originarios de Salta, Formosa y Misiones. Pibes que viven descalzos y que tienen mil carencias más, pero que al menos este fin de semana van a tener su par de adidas, de Nike, de Reebok, de Converse, de John Foos, de Topper, de Under Armour, de Puma o de Fila. O quizás, con suerte, más de uno. Como vos, como yo.
Escribo esto pensando que tenían que ser 600 pares, pero terminaron siendo casi 2000. Que tenían que llegar rápido, porque cada día que pasara sería un día más de un pibe descalzo. Sí, es 2021 y hay chicos que viven descalzos. Es algo tan básico que no me entra en la cabeza, pero es algo que hoy pasa en la Argentina.
Escribo esto intentado resumir la estrategia, que fue muy poco planeada y bastante improvisada: convocar a las marcas deportivas para pedirles 600 pares de zapatillas entre los números 18 y 39. Y no pedirle especialmente a los particulares: era imposible recolectar de a dos, de a cinco o de a diez, en el mejor de los casos. Y tampoco servía recibir zapatillas “en el estado en que estén”. ¿O qué es más lindo, tener zapatillas nuevas o tener zapatillas rotas, agujereadas o gastadas? Nunca se trató de donar lo que sobra, y sí de dar lo que otro puede utilizar de la misma forma que utiliza uno.
Escribo esto pensando en que no tenía muy claro cómo usar las redes, y en que a los dos días me arrepentí de haberme metido en algo que no sabía si iba a poder conseguir; pero que ya estaba adentro. Pienso también en los llamados, en los mails y en las reuniones virtuales con gente que no me conocía ni yo a ellos, pero que después de escuchar mi principal argumento me daban la razón: “¿Saben qué lindo sería mostrar que, en algo como esto, pueden estar todas juntas?”.
Escribo esto pensando en que necesitaba que me digan “tengo 50”, o “acá tenemos 100”, o “te confirmo 200 pares”. “¿Tenés 10?” También sirven. En que necesitaba que, aún entendiendo a las grandes organizaciones y a su proceso de toma de decisiones, me digan que sí, que estaban, que los deje ver cómo, pero que estaban. Voluntad. También necesitaba una foto con más de 40 cajas enormes que contenían tantas zapatillas que nadie las había podido contar, acompañada por el mensaje “todo esto es para ustedes”. Y todo eso llegó.
Escribo esto con la emoción y la certeza de haber comprobado que con ciertos temas no hay grieta, que todos hicieron de esto una acción propia. Que Nike puso sabiendo que adidas también estaba; que Converse aportó sin preguntar cuánto había puesto John Foos, que Reebok y Under Armour y Fila y Topper y Puma pueden competir en otros lugares; pero no acá. Que hubo gente que trabaja en empresas que ya tienen problemas propios de un país como la Argentina; pero que se tomaron el desafío como personal. ¿Había zapatillas sin cordones? Ahí estuvo La Cordonería. ¿Faltaban talles chicos? Ahí estuvo Chelsea Sneakers.
Escribo esto después de chequear los mails que mandé: todo esto empezó el 3 de mayo, y todavía me resulta increíble haberlo conseguido en sólo un mes. Y lo hice junto a las ganas, el tiempo y el compromiso de un montón de gente por hacer propia una historia real pero ajena, dura, que no forma parte de una estrategia de marketing ni de un estudio de mercado. Una historia que nos sacó a todos del libreto que más conocemos, que nos hizo cuestionar qué contar y qué no, tomar decisiones rápidas y poner el corazón.
Escribo esto pensando en las personas: en las que ya conocía, en las que conocí, en las que están lejos y descalzas sin saber ni conocer a toda la gente que se ocupó para que al menos uno de los problemas que tienen deje de ser una preocupación. Porque nunca se trató de “ayudar”, así, sin más; sino de poder proponerse un objetivo y de cumplirlo entre todos. Nosotros hicimos esto, otros podrán hacer otras cosas; pero el rol del Estado no lo tiene que ocupar nadie más que el Estado.
Escribo esto pensando en si debí aceptar la invitación a viajar, y dejar a mi familia en una época difícil; en si yo mismo estaba preparado para presenciar escenas felices, pero también para ver una realidad durísima a la que muchas veces (me incluyo) solemos ignorar; en si mi trabajo como nexo entre las marcas y la ONG Ayuda a Pueblos Originarios ya estaba cumplido, y si en ir me iba a convertir en el centro de la atención, un lugar que no me resulta confortable. Y decidí que no era mi mejor momento para hacerlo, pero que más adelante quisiera conocerlos.
Escribo esto con el corazón lleno por haber superado el objetivo, y por haber comprobado que esas historias que son un baño de (triste) realidad también pueden involucrar a las zapatillas. Primero la compartí en Twitter, y después llegó a Bola Vip, TN y a Canal 12 de Córdoba. Más medios y usuarios de redes la replicaron y la ayudaron a crecer.
Escribo esto después de haber visto el dibujo de Ben, mi hijo de seis años, que en su clase dijo que yo trabajaba “de darle zapatillas a los nenes”.
Escribo esto convencido de que haberlo hecho no me hace más bueno, así como no haberlo hecho me hubiera convertido en un mal tipo. Lo hice y ya. Que sirva para que más gente se involucre.
Y escribo esto con una última certeza: que puedo poner en mi CV que reuní a Converse, John Foos, adidas, Nike, Reebok, Under Armour, Topper y Fila en una misma acción. Mentira, no lo voy a poner; pero a cambio puedo contar esta historia.