Las zapatillas están caras, así que es mejor cuidarlas. Y no hablamos de los cuidados relacionados con el uso diario, si no de todo aquello relacionado con la limpieza y el almacenaje de nuestras tan queridas zapatillas.
Primero lo primero: las zapatillas NO se lavan en el lavarropas. Hay quienes dirán que sí, pero no. El exceso de agua, de jabones no aptos para los calzados y, sobre todo, de las revoluciones propias de un aparato como el lavarropas lo único que harán es dañar la estructura de la zapatilla (y también del lavarropas, sobre todo si hablamos de zapatillas pesadas). En el único caso en el que sí lo justifico es para ese calzado que ya está insufrible (ejemplo, el que usaste para un recital en el que llovió y hubo barro).
Las zapatillas están hechas con distintos materiales: lona, gamuza, nylon, cuero, goma y plástico en sus distintas variantes; y no se puede tratar a todos de la misma forma. Hay veces en las que tampoco es necesario lavar toda la zapatilla: si usas medias y no tenés mal olor en los pies, seguramente tus zapatillas no necesiten ser sumergidas ni lavadas por dentro. Si usamos como ejemplo unas Vans Sk8, bastará con pasar un cepillo por la goma de los costados, lavar los cordones y cepillar la lona con el mismo cepillo húmedo, sin empapar el material. Después se le puede pasar un paño de microfibra para quitar el exceso de líquido, y bastará con dejarlas secar al aire libre, sin que les de el sol directo.
Esa es la técnica que aplica al 80% de las zapatillas y que puede realizarse con productos como el sneaker cleaner de La Cordonería, o con Shoter o con KleanKicks. Yo los probé todos y todos son buenos, pero elijo el de La Cordonería por una cuestión de relación precio/calidad y de presentación: en el kit viene el líquido, un cepillo y un paño de microfibra. Completito.
Si tenemos unas zapatillas más delicadas -por ejemplo, de gamuza- se podrá utilizar un limpiador en seco, que por sus componentes actúa de una manera distinta al limpiador líquido. Ambos están hechos con componentes que no dejan residuos, pero el limpiador en espuma prácticamente no moja la zapatilla, por lo que el resultado es mucho más amigable y menos agresivo.
Si se quiere acceder a un nivel más alto de limpieza, se puede utilizar el sneaker cleaner de Philips, un producto que facilita la tarea, que viene con tres tipos de cabezales intercambiables y es súper recomendable; y también se puede aplicar un impermeabilizante, una barrera que ayuda a proteger el calzado de la suciedad y las baldosas flojas.
Para aquellas marcas que no se van -sobre todo las de la goma- el secreto está en utilizar WD-40, el producto de los 2000 usos. Se puede rociar directamente sobre la goma o sobre un paño, y después apenas frotar. Van a ver como la goma blanca vuelve a ser blanca, y cómo esa marca que no se va con el cepillado, finalmente desaparece.
El resto es cuidado y un uso adecuado. La clave suele estar en la rotación -no sobrevive igual una zapatilla que usás todos los días que una que calzas una vez por semana, o día por medio- pero para eso habrá que tener un stock abundante y variado; y no siempre es posible. Pero hay maneras de cuidar lo que cada uno tiene, y que con mucho esfuerzo consigue comprarse.